sábado, 16 de abril de 2016

El lenguaje de la mirada

Mirada contemplativa


Detenerse, ir despacio, contemplar y saborear la belleza de lo que te rodea sólo es posible cuando te paras a mirar la realidad desde el alma. Podríamos decir que un contemplativo lo es porque del acto físico de ver con la retina pasa a mirar con los ojos del alma. La calidad de lo que ve crece en riqueza de matices cuando pasa por el cedazo del alma. Lo físico no agota la realidad: aquello que vemos entra en diálogo interior con nosotros mismos.

Para contemplar no podemos ir aprisa. Cuando vamos en coche, en tren o en avión, la velocidad no permite que nuestro cerebro retenga tantas imágenes. Nos es imposible recrearnos con el paisaje que vemos por la ventanilla. Pero cuando caminamos vamos al ritmo de la naturaleza. Caminamos con ella y por ella sentimos emociones intensas porque vamos saboreando, cachito a cachito, la belleza que nos sale al camino.

Caminar es un ritmo humano que nos permite contemplar. Caminar nos invita a dialogar con el entorno, en complicidad con la persona que nos acompaña. La naturaleza exultante nos llama porque formamos parte de ella. De ahí nuestra necesidad sicológica y espiritual de contactar con el entorno natural. Además, el hombre es un animal estético y todo aquello que le produce bienestar, emoción y alegría no le es indiferente. Buscar la belleza es algo intrínseco al ser humano y una de las manifestaciones más profundas de esta búsqueda es la mirada contemplativa.

El alma florece y se ensancha en situaciones de plenitud, cuando sentimos que en lo más hondo de nuestra vida hay belleza y vale la pena detenerse a saborearla. Así podremos digerir todo lo que acontece en nuestro devenir y asimilarlo.

En la vida hay que deslizarse con suavidad y paladear con gusto los manjares que te regala. Aprendamos a caminar por la vida con deleite y descubriremos, con nuestra mirada contemplativa, que detrás de cualquier pequeño detalle se esconde una explosión de belleza. Aprendamos a mirar con calma y nos daremos cuenta de infinidad de detalles que sólo descubriremos si entramos en comunicación con todo lo creado.

Mirada que habla


Además de utilizar el lenguaje verbal, los seres humanos hablamos con nuestro cuerpo: nuestra postura, el gesto, las manos… La mirada es un potente lenguaje no verbal, a veces más poderoso que el verbal, porque con el lenguaje articulado podemos mentir, engañar, manipular. El lenguaje hablado se puede convertir en retórica y estar lleno de vaguedades. Utilizar el lenguaje articulado para otro propósito que no sea decir la verdad es manipularlo y manchar el sentido genuino de la comunicación. ¡Cuánta falsedad puede haber en el lenguaje oral! Pero también ¡cuánta potencia para generar el bien! El lenguaje hablado es un instrumento ambivalente. Los sofistas son un ejemplo.

Cuando paseo veo tantas miradas como personas, y es increíble cuántas cosas transmiten. El interior de los ojos es un universo que no para de comunicar. Cuánta riqueza hay en este lenguaje que no necesita palabras. Es una comunicación clara y directa al corazón. Cuánto bien haríamos si hablásemos menos y aprendiéramos a comunicarnos más desde el silencio. Hemos idolatrado la palabra y hemos olvidado que, en términos evolutivos, el lenguaje articulado y conceptual es muy reciente. Nuestros antepasados siempre se comunicaron con lenguaje no verbal. Es verdad que el lenguaje articulado marca un cambio cualitativo en la evolución del ser humano. Pero hoy el lenguaje ha caído en una terrible frivolidad y los mensajes se banalizan.

Decimos que los ojos son la ventana del alma. Podríamos decir también que la mirada expresa el lenguaje del alma, aquel que es transparente y puro. Es lo más genuino de nuestro ser.

Ventanas del alma


La mirada revela lo más sagrado que hay dentro de uno mismo, porque es comunicación sincera e inagotable. La mirada está vinculada a nuestra existencia y al mismo ser. Ocupa un papel muy importante en las relaciones humanas.

Cuando miramos no sólo estamos viendo: también estamos comunicando. ¿Quién no se estremece ante la mirada triste de un niño? ¿O ante la mirada de abandono de un anciano, la mirada perdida de un indigente o la mirada de pena de una viuda que ha perdido a su esposo? Hay miradas de angustia, de desespero, de cansancio, de derrota, de rabia y enfado. Otras miradas expresan estados de alegría, gozo, plenitud, bienestar, calma y serenidad. Unos ojos chispeantes pueden destilar expectación, aventura y complicidad. La mirada es muy potente y no engaña: expresa las emociones, que son lo más difícil de contener. Por eso el lenguaje de la mirada llega hasta lo más profundo del alma.