La búsqueda del sentido de la vida es un anhelo genuino que
está en lo más hondo de nuestro corazón. Esto es algo profundo y legítimo, pero
no siempre se acierta en la forma de conseguirlo. Todos deseamos la felicidad,
encontrar respuesta a nuestras inquietudes y preguntas esenciales: quién soy,
de dónde vengo, hacia dónde voy. Buscamos todo aquello que responda a la
búsqueda de nuestra identidad. Queremos saber quiénes somos, qué sentido tiene
la vida. Deseamos descubrir todo aquello que sacie nuestro anhelo de felicidad.
Es decir, buscamos vivir en un paraíso, un estado permanente de plenitud.
Buscando atajos para encontrar el camino
Cuando esta sana inquietud no se culmina por medios
naturales, se buscan atajos, que pueden alejarnos de las inquietudes más
primigenias y llenarnos con un sucedáneo alternativo que permite sobrevivir a
la constante frustración de no conseguir lo que queremos.
Así es como muchas personas se lanzan a probar terapias,
técnicas mentales e incluso se inician en el consumo de sustancias para encontrarse
a sí mismas y su camino.
Estos medios se convierten en paliativos y, como
proporcionan un bienestar y una sensación de plenitud efímera, la persona acaba
necesitándolos y se hace dependiente de algo que está fuera de ella. En la
búsqueda incesante de mayor bienestar y felicidad, se intensifica la prueba y
la variedad, ya sea de terapias o de sustancias que generan un estado mental
alterado. En esta situación, la persona crea un mundo virtual que alivia su
inquietud, pero que no responde a la realidad.
El riesgo de la manipulación
Cuando se trata del consumo de sustancias ―drogas de
cualquier tipo, ya sean hierbas o preparados sintéticos― estas alteran la
química cerebral, proyectando en la mente imágenes, visiones y estados anímicos
que se viven como una gran experiencia mística y reveladora. Hacen salir a la
persona de sí misma y muchos creen tocar el Edén. Pero en realidad están bajo
los efectos de unos químicos y pueden ser manipulados muy fácilmente por los
expertos que controlan esta situación. Muchos gurús son maestros en técnicas
psicológicas que aprovechan la debilidad de la persona y la seducen sin que se
sienta incómoda ni obligada. Se convierten en los mesías que van a arrojar luz
en su caos vital. Así podrán solucionar todo tipo de problemas: sicológicos,
emocionales, económicos y espirituales. Estos redentores generan una
dependencia del gurú o maestro y vuelven a la persona todavía más vulnerable
para sacarle su dinero y generar una total dependencia, hasta dominar su
consciencia, su voluntad y su libertad.
Todo esto siempre se hace utilizando un lenguaje
humanitario, religioso y metafísico que apela a la liberación e incluso a la
bondad. Es constante en los líderes religiosos utilizar frases fetiches, dardos
que van adormeciendo a la víctima creando en ella tal estado de fragilidad que
va a necesitar “chutarse” continuamente de esa sustancia, o practicando ese
ritual, para salir de su oscuro laberinto. En realidad, viven atrapadas en la
burbuja de esta pseudofelicidad completamente artificial, y además a un coste elevado,
tanto económico como de salud. Podríamos decir que estas personas han sido
abducidas, convertidas en esclavas de otros que manejan los hilos de su
existencia. Gente brillante, exitosa en su profesión y con un nivel
intelectual, flirtea con estos mundos que, en principio, ofrecen experiencias
fabulosas, pero terminan necesitando urgente ayuda médica y psicológica para
salir de la trampa y recuperar su salud.
Como toda droga, el daño neurológico producido por el
consumo de ciertas sustancias, hace muy difícil que el cerebro se normalice.
Será necesaria una intervención muy seria y eficaz para que los circuitos
neuronales se restablezcan y la persona pueda liberarse de la adicción.
Algunos consejos
A quienes se acercan o han probado estas terapias químicas
de fuerte impacto, les aconsejaría algunas cosas.
Primero, vigila los costes excesivos. Cuando hay mucho
dinero de por medio, hay un gran negocio detrás.
Segundo, atención a los retiros o encuentros en un entorno
aislado, con atmósfera casi mágica. Apartados de la realidad cotidiana es más
fácil caer seducidos y olvidar toda racionalidad.
Si cada vez más necesitas de este medio o esta terapia, es
posible que estés cayendo en una dependencia o adicción sin darte cuenta.
Si de manera progresiva te van introduciendo un discurso
filosófico sobre el mundo, tu realidad y tus emociones, que vas haciendo
progresivamente tuyo y repites a los demás, pregúntate si no te estarán
modelando la conciencia para que te conviertas en un “apóstol” de esas ideas.
Tu concepción de la realidad puede estar cambiando totalmente y, de nuevo, no
eres consciente de ello.
Si crees que tú eres el creador absoluto de tu realidad,
vivirás una doble vida: el mundo que tú crees real —tu paraíso artificial— y la
realidad que está ahí afuera.
Alerta si te alejan de tus círculos habituales: familia,
amigos, para entrar a formar parte del clan del maestro.
Atención al discurso “divinizante”: si te hacen creer que tú
eres dios, que tú eres el único artífice de tu vida y que puedes conseguir lo
que quieras.
Atención también al discurso nihilista: cuando te hablan de
la disolución del yo en el todo (o en la nada), y de que todos somos una misma cosa,
y que nada de lo que parece real es cierto. Es curioso ver cómo se da esta
paradoja: por un lado eres dios, por otro lado eres nada, y mucha gente la
acepta sin cuestionarse.
Mucho cuidado: si cada vez necesitas tomar más sustancia o recibir impactos más fuertes, y
con mayor frecuencia, para sentirte bien.
Acabarás dejando de ser tú mismo para convertirte en una
sombra que irá resbalando hacia la oscuridad. Perderás la salud y la alegría,
quizás por no atreverte a afrontar tu realidad sin “muletas”, tal como es. Las
respuestas que buscas están en ti mismo, si eres sincero y te atreves a
preguntar. Pero afrontar la propia realidad da miedo y hay muchos falsos
profetas vendiendo paraísos que acaban convirtiéndose en profundos infiernos.
Necesitas una decidida voluntad de encararte contigo mismo,
buscando ayudas sanas que te dirán quizás lo que no quieres oír, sin cobrarte
dinero por ello. El camino hacia la cumbre de la vida siempre es cuesta arriba
y a veces doloroso. Atravesarás tormentas y días de sol y aridez… pero al
final, en la cima, te espera una auténtica y lúcida alegría, que arraigará en
lo más hondo de tu ser.
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